13/10/09

Santa Isabel la Católica


Hallábase la reina en Tordesillas, con su fiel caballero don Andrés de Cabrera, marqués de Moya, cuando llegó a su noticia que la población de Segovia se había amotinado.

¿Qué había ocurrido? Pues que algunos nobles, envidiosos de don Andrés de Cabrera, que era alcaide del Alcázar de Segovia, aprovecharon la ausencia de éste para echar las turbas a la calle y apoderarse del alcázar.

No era doña Isabel, la reina, mujer de muchos aguantes; así que apenas tuvo conocimiento del tumulto, tomó un caballo y en compañía de dicho Cabrera y del conde de Benavente se puso en una galopada a la entrada misma de Segovia. Ya el pueblo amotinado por los nobles, había pegado fuego a las puertas del alcázar.

Cuando la Reina se disponía a entrar en la población, se le acercaron algunos emisarios para decirle que los rebeldes estaban muy excitados y que no convenía que la Reina siguiese adelante. Doña Isabel, al oir semejante observación, irguió su cabeza y con voz vibrante contestó:
- Soy la Reina de Castilla, y no estoy acostumbrada a recibir condiciones de súbditos rebeldes.

Y corrió al alcázar. Allí se impuso a las turbas, dijo que se haría justicia y ante el imperio de su mirada se apaciguaron los ánimos. Y efectivamente se hizo justicia: repuso a Cabrera en su puesto de alcaide del alcázar e hizo pagar a los nobles envidiosos los desperfectos causados por los amotinados.

Tal era su justicia, vamos, como la de nuestros politicuchos; igual igual.

Todo cuanto se diga de la agudeza, discreción y talento de la Reina Católica será poco en comparación a la realidad. Un cronista de la época dice que "era de mas viveza y penetración que su marido" y que era una mujer "caida a la tierra desde el Cielo".

Ella atendía al Gobierno del Estado, y en el dosel de su solio se leía el tanto monta, "tanto monta, monta tanto Ysabel como Fernando"; se preocupaba también de los asuntos de Indias, y al mismo tiempo atendía a los quehaceres del hogar, tejía las camisas de su marido, enseñaba a sus hijas las labores de costura, les instruía en el latín y enseñaba a orar, y no consentía que a su lado permaneciera nadie ocioso.

Pero hay mas aun: su preocupación se extendía a las mas mínimas funciones públicas. Una mañana se le cayó de la manga un papel en que había escrito:
"La pregonería de la ciudad se ha de dar a Pedro Láñez, que es el que tiene mejor voz".

Y Pedro Láñez fue el pregonero.

Famosa es su frase: "Yo tomaré esta empresa a cargo de mi Corona de Castilla, y cuando esto no alcanzare, empeñaré mis alhajas para atender los gastos"...y fue así como se aprobó el plan de Colón.

La reina cristiana e hispana.

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