13/10/09

Artillería carlista (1872-1876)


La Artillería contaba en la 3ª guerra con varios oficiales procedentes del ejército liberal y con algún que otro oficial extranjero. La academia estaba en Azpeitia: de ella salían alumnos, si no como los de Segovia (con profundos conocimientos técnicos), si al menos instruidos en la práctica del deber, en el manejo de una batería de sitio y demás operaciones indispensables. Vestían los artilleros, saco negro con una hilera de botones y dos bombas bordadas en el cuello, pantalón negro con franja encarnada y boina como la infantería (azul o roja).

Los cañones eran de la clase Withworth, Voolwich, Vavasseur y Krupp, y reconocía tres procedencias:
1) Los capturados a los guiris o liberales.
2) Cañones extranjeros comprados con fondos carlistas, o regalados por los legitimistas franceses e ingleses.
3) Cañones fabricados por la fundición de Azpeitia.

La primera pieza de artillería que tuvieron los carlistas del Norte, fue la Krupp de montaña que perdió en Eraul la columna del coronel Navarro. Se compraron piezas en los Estados Unidos a fines de 1873 a la casa J.G. y compañía de Nueva York, y una persona era depositaria de 4 baterías completas (24 cañones) que solo aguardaban la hora del embarque. El capitán Jefferson de los Estados Unidos, ofreció al gobierno carlista un vapor para transportar las armas y cañones que compraran en el extranjero.

Cuando se había conseguido el vapor London, Washington D.C. dictó orden prohibiendo el trasbordo, ya que habían reconocido al gobierno republicano español y no se podía consentir armar al enemigo.

Pero Jefferson halló medio de salir del paso y por los buenos oficios de un pariente suyo, empleado en la secretaría de marina, obtuvo que el London, en vez de ser destinado a España, lo fuera al Imperio Japonés. Tras un montón de obstáculos y triquiñuelas, el vapor entró en Bermeo en 8 de julio de 1874 y descargó, luego volvió a su patria, burlando la vigilancia de la goleta Consuelo.

En un segundo viaje que hizo, cayó esta vez en manos del enemigo liberal en aguas cubanas.

Los legitimistas franceses proveían al ejército carlista por la costa del monte Jaizquibel, entre Pasajes y el río Bidasoa. La fundición de Azpeitia dedicábase a la fundición de piezas Plasencia, de gran precisión y alcance. Fundiciones de proyectiles existían en Azpeitia, Vera, Bacaicoa y Urdax: estas dos últimas para fabricación de cartuchos Berdan y Remington.

El 23 de septiembre de 1874, jugó la artillería por vez primera en campo abierto, en el combate de Biurrún. Pérula mandaba los carlistas, Laserna y Moriones a los liberales. Los carlistas llevaban sus cañones de un lado a otro con una facilidad extraordinaria y los cambiaban continuamente de posición, según movimientos del enemigo.

En Guipuzcoa desempeñó gran papel un cañón que repartía garrapiñas a diestro y siniestro, llamado El Abuelo.

Se cuenta que cuando no tenían otro medio a mano, cargaban los hombres con los cañones a cuestas, bastando 4 hombres para llevarse a toda leche, por cerros y barrancos, un cañoncito Withworth. Tela.

Así estaban pues las cosas: los catalanes llegaron a contar con 24 piezas, los del centro (castellanos, aragoneses, valencianos, etc...) con 12; los vascos y navarros llegaron a contar con 81 piezas de campaña y 29 de plaza. Vamos, que en total se llegó a disponer de 146 bocas de fuego.

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