7/2/13

La decisión de Donoso o el renacer del Fénix


A Donoso se tildó de reaccionario, pues acabó harto de partidos medios, desengañado del eclecticismo y doctrinarismo, y muy propenso a dar en aquel sensualismo tradicionalista, parecido al de Bonald y de Maistre, pero mas exagerado. Por eso se le apellida reaccionario, en oposición a liberales y “avanzados”, de cuyos principios renegó cuando se convenció de su falsedad ¿pero qué entienden por reaccionario y avanzado aquéllos que así lo calificaron? Jamás lo explicaron. Se ha encotrado fácil y llano llamar reaccionarios a los filósofos y publicistas católicos, así como a todo aquél que lucha en la vida pública de los Estados contra las nuevas corrientes heredadas de las revoluciones. Con este proceder se molesta poco, ciertamente, al entendimiento: la imaginación inventa una frase ingeniosa, a fuerza de repetirla una y cien veces, y llega a adquirir fuerza de naturaleza en el lenguaje del vulgo, y nadie se preocupa en escudriñar su significado.


Antes de su decisión, ¿a quién seguía en sus tiempos de doctrinarismo? Vano intento de empequeñecerlo pues DONOSO NO TUVO OTRO MAESTRO QUE JESUCRISTO, NI OTRA ESCUELA QUE LA IGLESIA, NI MAS INSPIRACIÓN QUE LA HISTORIA. Las semejanzas de estilo y las coincidencias de opiniones entre Bonald, de Maistre y Donoso, no son otra cosa que las semejanzas y las coincidencias de la verdad; así como las semejanzas y coincidencias de Kant y Hegel, de Hegel y Krause, y de todos los impíos, no son sino las semejanzas y coincidencias del error. Donoso, al llevar al parlamento las discusiones filosóficas, hizo enmudecer a los líricos de la política revolucionaria, oponiendo a sus desmanes EL INQUEBRANTABLE MURO DE LA RAZÓN CATÓLICA, CONTRA LA CUAL SE ESTRELLARÁN SIEMPRE LOS PROYECTILES DEL SOFISMA.

Cierto es que la victoria de la impiedad y el éxito del libertinaje cegaron en un principio su privilegiado talento, pero bien pronto su razón recobró la clarividencia de que Dios le dotara y aquél que vistió las fórmulas del error, SE CONVIRTIÓ DE SÚBITO EN ARDIENTE DEFENSOR DE LOS SAGRADOS FUEROS DE LA VERDAD. La conversión de Donoso fue prueba evidente de la misericordia de Dios, porque aquél no abraza el Catolicismo en virtud de la persuasión científica, sino por un llamamiento de la gracia. “DOS COSAS ME HAN SALVADO –dice- EL SENTIMIENTO EXQUISITO QUE SIEMPRE TUVE DE LA BELLEZA MORAL Y UNA TERNURA DE CORAZÓN QUE LLEGA A SER UNA FLAQUEZA; EL PRIMERO DEBÍA HACERME ADORAR EL CATOLICISMO, Y LA SEGUNDA ME DEBÍA HACER AMARLE CON EL TIEMPO”, “MI HERMANO MURIÓ COMO LOS ÁNGELES MORIRÍAN SI MURIERAN. DESDE ENTONCES JURÉ AMAR Y ADORAR, Y AMO Y ADORO…IBA A DECIR LO QUE NO PUEDO DECIR, IBA A DECIR CON UNA TERNURA INFINITA AL DIOS DE MI HERMANO. AQUÍ ESTÁ LA HISTORIA ÍNTIMA Y SECRETA DE MI CONVERSIÓN, NO HA TENIDO INFLUENCIA ALGUNA NI EL TALENTO NI LA RAZÓN: CON MI TALENTO FLACO Y MI RAZÓN ENFERMA, ANTES QUE LA VERDADERA FE, ME HABRÍA LLEGADO LA MUERTE. EL MISTERIO DE MI CONVERSIÓN, ES UN MISTERIO DE TERNURA. NO LE AMABA Y DIOS HA QUERIDO QUE LE AME, Y LE AMO; Y PORQUE LE AMO ESTOY CONVERTIDO”.

Si Donoso no es un escritor didáctico como Santo Tomás y como Balmes, que sienta principios y los desmenuza hasta en sus mas recónditas consecuencias, si no es un estilista a la manera de Cervantes, Saavedra Fajardo y Quevedo de limpia frase, dicción correcta y oportuno chiste, y en suma, si no tiene analogía en sus pensamientos como no sea por lo enérgicos con Tertuliano y por lo profundos con San Agustín, Donoso es el águila de la inteligencia moderna que remonta su vuelo en alas de la fe católica que inspira su genio y presta majestad a su palabra, es el filósofo que conocedor de la historia presenta maravillosas síntesis, haciendo ver las armonías existentes entre los conocimientos humanos y las verdades reveladas, y es el poeta en fin, cuya lira sorprende al alma con sus proféticos acentos y cautiva el corazón con sus sentidas melodías.


En sus obras tendrán que beber los que aspiren a mirar la Ciencia desde un punto de vista elevado, pues con excelsas dotes, fue adornado por la Providencia. Todo es digno de admiración en Donoso, incluso su muerte fue la de un santo, porque Dios auxilia con fuerzas sobrenaturales a aquéllos que le han confesado, en ese duro trance tan amargo para los que nada esperan: acudan allí los sabios y digan a qué obedece ese valor que se llama resignación cristiana, y no acertarán a explicarlo, como no sea amontonando blasfemia sobre blasfemia: acuda allí la juventud seducida por el ateísmo y verá anonadarse la soberbia que inculcaron en su inteligencia los falsos maestros, y, acudamos allí todos, los que niegan y los que creemos, porque nada hay que pueda suministrarnos una lección mas provechosa.

Reflexión del jurista Pérez Bueno

5/2/13

La Santa Tradición


¡Soldados de la patria! ¡Valientes caballeros!
¡Calzad vuestras espuelas! ¡Templad vuestros aceros!
¡Mantened con gloria las gestas de hidalguía!
¡La tradición hispana no ha muerto todavía!
No ha muerto porque corre pujante y ardorosa.
La sangre de sus hijos, semilla generosa,
Que heroicos paladines en ruda lid vertieron.
¡HIDALGOS! ¡Honrad a los que fueron orgullo de la Patria y ejemplo de la Historia!
Y, al recordar su muerte, que está sonando a gloria,
¡JURAD AHORA CONMIGO LUCHAR CON VALENTÍA!
Y, a fe de caballeros, cuando llegare el día
En que el clarín guerrero nos llame a la campaña,
Antes que el enemigo nuestra bandera ultraje,
Y España se rindiera a extraño vasallaje,
¡Morir también sabremos, por Dios y por España!

A. Rubio

Carta al Heraldo (1852)


"(...) La riqueza, acumulada por un egoísmo gigantesco, es menester que sea distribuida por la limosna en grande escala. La palabra ha sido, es y será la reina del mundo. La Sociedad no perece por otra cosa sino porque ha retirado a la Iglesia su palabra, que es palabra de vida.


Si hay un hombre en la tierra que se subleve y salga fuera de sí con solo nombrar esos dos monstruos de la especie humana -tiranía y revolución- , ese hombre soy yo; y aun por esto mismo debo pasar y paso por uno de sus admiradores. No; las tiranías como las revoluciones, son fenómenos injustificables, explicables tan solo como males que Dios permite para sacar de ellos un bien de escarmiento. Pero al fin se me dirá: cuando esa bella libertad católica no existe, ¿QUÉ SE HA DE HACER? ¡QUÉ SE HA DE HACER! ¡BUSCARLA! o resignarse al turbulento flujo y reflujo de las tiranías y de las revoluciones (...)." (Donoso Cortés, Carta al Heraldo, 1852)