8/5/09

Los libros de caballería, en la Edad Media

En aquellos tiempos, la mayor fecundidad de la imaginación, se empleaba en los libros de caballería, escritos en Prosa, que hoy yacen sepultados en completo olvido, después que les descargara el golpe de gracia, la obra inmortal de Cervantes. Créese generalmente que esta clase de libros hubo de principiar en Inglaterra y norte de Francia, pues eran igleseses y franceses sus primeros héroes.





Ocupa el primer lugar el rey Artus con sus paladines de la Tabla Redonda, y las hazañas de Carlomagno y sus capitanes, particularmente Roldán; fueron otros sucesos que posteriormente llenaron el mundo con su fama y dieron igualmente origen a nuevas canciones y romances. Al difundirse el espíritu caballeresco por la Cristiandad, aplicáronse a aquellos héroes tan celebrados por todos, las cualidades que en concepto de las gentes constituían al perfecto caballero, y se convirtió a cada uno, en paladín dedicado en buscar aventuras extraordinarias, la imaginación así, tuvo rienda suelta y como al propio tiempo el conocimiento de la literatura árabe, difundió la afición de lo maravilloso, se formó aquella especie de mitología propia de los tiempos heróicos de la Europa moderna y representación de la idealidad poética de la Edad Media. Los primeros vestigios de los libros de caballería, reducidos entonces a cuentos y leyendas populares, debieron por consiguiente aparecer por los siglos VII y VIII; pero solo cuando se organizó el feudalismo y estuvo en su auge la caballería andante, pudieron reunirse y engalanarse en la forma que han llegado a nosotros; en efecto, tenía que transcurrir un tiempo para que la verdad histórica se desnaturalizase enteramente y para revestir a héroes reales en un principio, de un carácter que no tuvieron y de costumbres posteriores a la edad en que brillaron.





En las series que pueden dividirse los libros de caballería pertenece a la literatura española la llamada de las empresas galesas o célticas, es decir, de los Amadices y sus diferentes ramas. Atribúyese al portugués Vasco Lobeira, que vivió a últimos del XIII o principios del XIV, el primer libro de caballería original que apareció en la península, mas no se publicó en castellano ni se imprimió hasta el 1490 (lo hizo Garcí Ordóñez de Montalvo). Por aquel mismo tiempo, se imprimión en Valencia Tirant lo Blanch, uno de los libros de caballería que declara Cervantes, digno de ser librado de las llamas, y como el Amadís de Gaula, fue traducido al castellano. Desde entonces comenzaron a llover continuaciones o imitaciones. La fantasía española había encontrado un dilatado campo en que esparcirse; y si a la verdad no sobresale esta literatura por las dotes de la bellaza clásica, si los libros de caballería están llenos de absurdos, monstruosidades y aun ridiculeces, se ve en todos sobra de imaginación, lozanía de ingenio, sentimientos nobles, delicadeza de afectos, entusiasmo guerrero, pundonor llevado al extremo, religiosidad nunca desmentida y no pocas veces un lenguage fluido y elegante. Encierran por fin el tipo de una civilización particular y son la expresión de una sociedad que ya no existe.





Tirante el Blanco, la escrita con mayor naturalidad y verosimilitud, no ha dado hijos o descendientes, al paso que el Amadís fue el patriarca de una dilatada familia de caballeros andantes, escrita al contrario del Tirante, en los sucesos sobrenaturales, las hadas y los magos, mas del gusto de aquellos tiempos, pero sin duda, lo que mayor nombradía le dio, fue el espíritu caballeresco. Lo que parece extravagante y ridículo para esta generación, se presentaba como heróico y sublime a los hombres de aquel tiempo que, criados entre hazañas portentosas, no consideraban ninguna imposible.

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