30/9/09

Retratos de los Reyes Católicos


He aquí el retrato de don Fernando el Católico el día en que, con su esposa, fue proclamado rey de Castilla:

"Mozo de 22 años, 9 meses y 23 días; de mediana y bien compuesta estatura; rostro grave, blanco y hermoso; el cabello, castaño; la frente, ancha, con algo de calva; ojos claros; con gravedad alegre; nariz y boca pequeñas; mejillas y labios colorados; bien sacado de cuello y formado de espalda; voz clara y sosegada, y muy brioso a pie y a caballo."

He aquí el de doña Isabel la Católica:


"Tenía sus facciones bellamente proporcionadas para formar un compuesto muy amable; el rostro, hermoso; el color blanco y rubio; los ojos, entre verde y azul; el mirar, muy gracioso y honesto; la estatura, mediana; el movimiento, compuesto y majestuoso; la voz suave; la lengua, expedita; el corazón, cual ninguno, teniendo en sí un conjunto de prendas cual se requiere para formar una heroína."

El Rey y los cansinos nobles


Pedro IV, el del puñalet, está descontento y airado contra los nobles aragoneses por causa de la sucesión al trono. Los nobles le muestran el Privilegio General de la Unión y don Pedro les contesta que ya ha prescrito y que no sirve...res de res.

Los nobles traen y llevan al Rey, de Cataluña a Murviedro (la antigua Sagunto, en cristiano), de Murviedro a Valencia, de Valencia a Teruel...el Rey es un prisionero de sus propios súbditos.

Cada vez que don Pedro quiere levantar cabeza, las moscas cojoneras o nobles, le muestran el Privilegio, un pergamino que data de los tiempos de Alfonso III, llamado "el Liberal", y el Rey vuelve desesperado la cabeza como si viese el diablo.

Le piden castillos los nobles y don Pedro los da; le piden rehenes, y don Pedro da rehenes; le exigen que separe de su lado a sus amigos..., don Pedro vacila, pero los nobles le muestran el pergamino de los cojones, hablando en plata, y...¡qué remedio! tiene que alejar a los amigos.

Hasta que un día, don Pedro no pudo aguantar mas y se le hincharon las...narices. Reunió como pudo un ejército; los nobles reunieron otro; encontráronse en Epila y don Pedro los venció, derrotó, trituró y machacó (¿a que tras leer estas líneas uno se siente mejor?). Y tomando en la izquierda el viejo pergamino del Privilegio (de los coj...nobles), ante aquéllos que quedaron con vida tras la batalla, sacó el puñal y lo hizo trizas.

Por cierto que le arremetió con tal brío que se hirió la mano, por la que empezó a correr la sangre. Entonces dijo el Rey:
- Privilegio que tanta sangre ha costado, no se debe borrar sino derramando sangre.

Poco después murió satisfechísimo de su triunfo.

PD: El Antiguo Reino de Valencia, heredó su escudo heráldico.

25/9/09

Fueros de Navarra


Hasta fines del reinado de Fernando VII tuvo Navarra, con el título de reino, una organización política diferente de la del resto de la península: Cortes particulares; libertad de tránsito; exención de aduanas, impuestos y contribuciones, incluso la de sangre.

Las Cortes de Navarra componíanse de tres brazos: el clero, los dignatarios de la Iglesia, el obispo de Pamplona y los abades de Oliva, Leiza e Irache; la nobleza, en el que regía el derecho hereditario; y por último el del tercer estado, constituido por diputados de pueblos y aldeas. El rey convocaba las Cortes. La presidencia nata correspondía al obispo de Pamplona y la vice-presidencia honoraria al virrey de Navarra.

Una especie de tribunal supremo denominado Consejo de Navarra, existía en Pamplona. La Cámara de Cuentas administraba la parte financiera, y una Diputación permanente de las Cortes, bajo la presidencia del obispo y formada por dos individuos de cada uno de los 3 brazos, cuidaba de la administración política. El poder ejecutivo residía en el virrey.

Tales eran, en resumen, las primordiales bases de la Constitución foral Navarra, que Don Carlos VII prometía restablecer, pues a partir de 1833, quedó reducida a su última expresión.

En el Callao


Las sociedades secretas internacionales han procurado siempre con sus intrigas, desatar los lazos que unen a España con las repúblicas hispanoamericanas. Así ocurrió en 1866 entre la España y el Perú: el veneno masónico creó una enemistad artificial y momentánea que nunca debiera haberse producido.

Pero es lo cierto que en mayo de dicho año tuvo lugar el combate del Callao, en que dos grandes españoles se cubrieron de gloria: Sánchez Barcáiztegui y Méndez Núñez; el primero comandante del Almansa y el segundo brigadier de la Armada.

Frente a las aguas del fuerte del Callao, estaba nuestra escuadra con orden de combate; no lejos de ella estaba la de una gran potencia extranjera que se había propuesto impedir la acción de nuestros barcos, y así se lo dio a entender el comodoro de ella al bravo Méndez Núñez. Éste le respondió:
- Estoy dispuesto a cumplir mi deber sin que me lo impidan temores ni amenazas, que España quiere tener mejor honra sin barcos, que no barcos sin honra.

El combate fue durísimo, y de él resultó gravemente herido el almirante Méndez Núñez; pero se salvó el honor del pabellón español, y, después de la dura batalla naval, tuvo España barcos...y honra.

Wamba


A la muerte de Recesvinto quedó vacante la corona de los godos. No pocos nobles se la disputaban, y como era difícil llegar a un acuerdo, algunos de ellos y varios obispos resolvieron elegir a Wamba, un noble de edad madura que vivía retirado y entregado al cultivo de sus tierras.

Llegaron, pues, algunos guerreros con la corona a la mansión de Wamba y le suplicaron que la aceptara. El noble godo les contestó que era viejo y que no entendía de los negocios de Estado.

Insistían los guerreros, continuaba resistiéndose Wamba, hasta que al fin un soldado sacó su espada y colocandosela junto al pecho, le dijo:
- Elige: la corona o la muerte.

Wamba tomó en silencio la corona y se la colocó en las sienes. Inmediatamente estallaron gritos de júbilo y Wamba fue llevado al trono.

Ocho años fue rey, rey justiciero y valiente. Al cabo de ellos, un envidioso le dio un narcótico, le cortó la cabellera, que era símbolo de dignidad, y le vistió de monje. Cuando Wamba, al despertar, se vio tonsurado, silenciosamente se retiró a un monasterio y en él terminó sus días.

23/9/09

El hermano de Fátima




Como consecuencia de la batalla naval de Lepanto ganada a los turcos por don Juan de Austria, quedó prisionero, y en poder de éste, el joven Mahamut Bey, hijo de Alí Bajá.


Fátima, la hermana de Mahamut Bey, no sabía cómo dirigirse a don Juan para rogarle que dejara a su hermano en libertad. Y no se le ocurrió mas que enviarle un regalo que valía un dineral. Al regalo acompañaba una carta en que suplicaba a Su Alteza aceptara el presente que le ofrecía.


Don Juan hizo sacar de la prisión al hermano de Fátima y poniéndole en sus manos el espléndido regalo, le entregó una carta para su hermana, diciéndole:


- Estáis en libertad.


Mahamut Bey volvió a Constantinopla y devolvió el regalo a Fátima. Ésta abrió la carta de don Juan y leyó:


Le devuelvo el presente con su hermano Mahamut Bey, no por no preciarle como cosa venida de su mano, sino porque la grandeza de mis antecesores no acostumbra recibir dones de los necesitados de favor, sino darlos y hacerles gracias.

Los caballeros de Malta



La isla de Malta era la avanzadilla que protegía en el Mediterráneo a los estados cristianos. En dicha isla estaban los caballeros de la Orden y 20.000 españoles que había enviado Felipe II para asegurarla contra las arremetidas de los turcos.

Unos y otros, malteses y españoles, venían gobernados por el gran maestre de la Orden, Juan Parisot de La Vallete, anciano de 70 años.

Solimán II era el general de las tropas turcas, el cual, reuniendo sus numerosas galeras y sus formidables pertrechos de guerra, se lanzó como un tigre contra los caballeros de Malta. El anciano La Vallete se encerró con un pelotón de sus tropas en el castillo de San Telmo, y contra él extremó Solimán II, los rigores de su ferocidad. Baste decir que sobre él lanzó 60.000 balas de cañón.

En vista de que La Vallete no se rendía, el turco le envió un emisario para intimarle a la rendición. A lo que el valeroso anciano le contestó, señalando el foso del castillo:
- Ved el único espacio que pensamos ceder a vuestro general, para sepultura suya y de sus jenízaros.

Y resistieron con tenacidad hasta un día en que llegaron en su socorro las galeras de España gobernadas por don Álvaro de Sande.

La mortandad en las filas turcas fue espantosa. Huyó Solimán, huyeron sus tropas y la isla de Malta quedó libre de nuevas invasiones.

Felipe II le regaló a La Vallete, en prueba de admiración, una espada y un alfanje con puño de oro recamado de diamantes.

Los Pincheira



La leyenda los ha presentado como asesinos sanguinarios, ladrones sin cuartel y secuestradores de mujeres, pero "no fue una gavilla de bandidos; manejaban aspectos del bandidaje, como los saqueos, pero se trataba de una guerrilla cuyo objetivo era la defensa de la autoridad del rey", dice la historiadora Ana María Contador.

La primera noticia sobre ellos es en 1817, cuando asaltan Chillan comandados por Antonio Pincheira, el mayor; Santos, Pablo, José Antonio y dos mujeres completaban la descendencia de Martín Pincheira, empleado en la hacienda de Manuel Zañartu, en Parral.

Educados con los frailes franciscanos, los hermanos chilenos Pincheira fueron parte de la resistencia al nuevo orden que querían imponer O'Higgins y compañía. Despues del triunfo patriota de Chacabuco (1817), el Ejercito realista se disperso al sur y en toda esa zona los civiles se alzaron en armas para defender la causa del rey

La historiadora recuerda que los religiosos del sector eran contrarios a los principios patriotas y se mantenian fieles a la monarquia y la iglesia. Y para los lugareños, atentos seguidores de la palabra católica, era su deber de cristianos defender al monarca. Asi fue como los Pincheira se alzaron en armas.

Y no estaban solos. Recibieron ayuda económica de hacendados, como el mismo Manuel Zañartu, quien fue declarado enemigo de la patria. Clemente Lantoño, otro terrateniente de la zona, tambien apoyo al grupo y en 1827 todo el Cabildo de Chillan fue acusado de colaborar con los "facinerosos".


EJÉRCITO GUERRILLERO

Si en un principio la banda la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los infaltables abusos de poder llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa independentista, "exasperada de la necesidad y falta de sueldo", según informes de la época, fue a dar también a sus filas.

De esa forma, el contingente de Los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1000 hombres. En sus huestes también entraron bandidos netos, ex presidiarios y una fauna de fugados de la ley. Pero pese a ello, subraya Ana María Contador, la banda mantuvo una estructura militar, donde el mas alto rango lo ocuparon siempre los hermanos Pincheira.

Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas veces Chillan, Parral, Linares hasta llegar a Talca, Curico y San Fernando. Durante dos años, y tras una emboscada patriota, se radicaron en Argentina y sus correrías alcanzaron a "Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires", segun Barros Arana.

Ésa fue la época en que el gobierno de Mendoza firmó el acuerdo con José Antonio Pincheira, quien "desde el dia de la fecha -dice el tratado- es reconocido en la provincia de Mendoza por tal coronel, y jefe de la Fuerza del Sur".

El inédito documento, sostiene la historiadora, revela el caracter militar y político de la banda. Es mas, ella asegura que los Pincheira llegaron a establecer una suerte de comunidad social, con familias, un cura que oficiaba misa y una economia basada en el pillaje.

Asaltaban, saqueaban y raptaban mujeres a cambio de recompensa, como fue el caso de Trinidad Salcedo, por cuya libertad exigieron "una carga de vino, dos cargas de harina (sic) y 200 pesos en Plata", según consta en el archivo del Ministerio de Guerra. Y aunque su fama habla de brutales asesinatos y descuartizamiento de niños, Contador dice que no hay documentación que pruebe tamaña crueldad.


EL FIN



Los Pincheira fueron un problema sin solución para el gobierno. Además de los enfrentamientos armados, el Ejercito recurrió a multiples tácticas para destruirlos, desde infiltrar espías para crear intrigas entre los hermanos hasta introducir botellas de alcohol con el virus de la viruela en sus filas. Pero nada lograba resultados.

Hacia 1832 Antonio habia muerto en una batalla y Santos en un accidente en la cordillera, y los Pincheira se mantenían como el último bastión realista de Sudamérica. El gobierno propuso conversar de paz y José Antonio accedió. Fatal error; Manuel Bulnes aprovechó la confianza establecida y en una emboscada arrasó con ellos. Pablo fue fusilado y José Antonio escapó, pero al final se entregó.

Contratado como empleado en la hacienda del presidente José Joaquín Prieto, el último de los Pincheira murió anciano, rodeado de hijos y de leyenda.

Lo Regne



Tierra venturosa, mimada del cielo, donde la naturaleza diríase haber agotado las fuerzas inagotables de su seno fecundo, donde el sol doró colinas y collados con ricos viñedos, vistió de verdor lomas y anchos valles y echó, sobre todo, el resto de su paleta en pintar las llanuras aquellas inacabables con el blanco del azahar, el carmesí de la flor del granado, la gama variadísima de los verdes, desde el azulenco en las manchas de olivares hasta el alegre y sin par de los naranjales. Las gallardas palmeras descuellan entre bosques de algarrobos, higueras, acacias y terebintos, almendros y cinamomos.



Verdadero edén, con razón llamado por los iberos edetas o llanuras hermosas (o eso dice la leyenda), de donde la Edetania de los romanos. Griegos que sintieron estar en casa, bizantinos que demoraron su estancia hasta entrada la Edad Media. Los árabes dieron con los vergeles que soñaban en su fantasía. Vivificadoras aguas del Jucar y del transparente Turia, que no es mas que el ibérico o vascuence Zuria, que suena Blanco, y que los árabes llamaron Guadalaviar. Albufera, pequeño mar, metido entre tierras y henchido de peces y aves. Vistosas y olorosas flores que solazan vista y olfato. Campos interminales de arroz. Almendros de Jijona. Agreste y fiero Maestrazgo. Tierra en suerte generosa y pródiga. El sol que derrama manojos de dorada luz en collados y huertas, el transparente mar de ondas brilladoras, su situación a levante mirando a Italia, Grecia y Oriente, cuna de las bellas artes. La belleza puso aquí su corte y asiento. Esculturales, armoniosas y severas son sus danzas. Es la tierra del arte helénico español, del concierto y armonía de la luz y de la línea.



Tierra de prosistas y caballeros como Joanot Martorell, de poetas, del elegante y tierno Ausias March, de los clásicos por excelencia, aun en la época romántica y moderna, Wenceslao Querol y Teodoro Llorente. Sus filósofos, Luis Vives, el mas armónico de los pensadores hispanos. Sus sabios tan comprensivos y universales como el botánico José Cavanilles y el geógrafo Juan Vilanova. Sus santos, San Pedro Pascual, San Luis Beltrán, Santo Tomás de Villanueva; todos grandes apóstoles y oradores elocuentes, y sobre todos, el asombro de Europa, de reyes, señores y prelados, llamado por todos y que a todas partes llevó su celo, comparable al de San Pablo, el gran San Vicente Ferrer. De papas como el gran Calixto. De valedores de descubridores, como Luis de Santángel. Sus artistas son clásicos y amantes del color; Francisco Ribalta, José de Ribera el Españoleto, admirable por la hermosura, la fuerza del color, el dibujo, la hondura trágica; Juan de Juanes, Alonso Sánchez Coello, Salvador Martínez Cubells y el gran Joaquín Sorolla; el escultor Benlliure y el arquitecto y escultor Damián Forment. Novelistas como Gaspar Gil Polo y Vicente Blasco Ibáñez. El gran orador parlamentario Aparisi y Guijarro. Dramaturgos como Gaspar Honorato de Aguilar, Guillem de Castro, Vicente Mariner en el S. XVII y Gregorio Mayans en el S. XVIII...y tantos otros. ¿Qué collar de santos, de artistas, de sabios, de poetas, de literatos como Azorín, mas brillante, mas clásico y armonioso, adornó y engalanó a tierra alguna?



Su cap i casal es una ciudad culta y refinada, nacida de una colonia fundada el año 138 antes de Cristo, por el cónsul romano Décimo Junio Bruto; ganóla el Cid en 1094 y después Jaime el Conquistador en 1238, padre del reino cristiano. De hijos nobles, elegantes y amantes de las bellas artes, de campesinos señoriales, hacendosos y trabajadores, amantes de sus casas y barracas. Así es esta tierra, la mas ática de las regiones.

Las damas de Marsella



...mas del Magnánimo: cuando éste, vencedor de Italia, regresaba a su reino, tuvo a bien pasar por Marsella, que pertencía al duque de Anjou, su gran enemigo.


Las señoras de Marsella, asustadas ante la presencia de los aragoneses, recogieron sus joyas y se metieron en las iglesias, con la esperanza de que el rey aragonés respetaría el sagrado asilo.


Estando Alfonso V en la ciudad, dichas señoras le mandaron recado, diciéndole que le entregarían todas las joyas a condición de que las dejara salir de Marsella sin hacerles daño.


- ¡Que salgan a donde quieran y que se lleven sus joyas -contestó Alfonso- y que sepan que yo lucho a lo Rey y no hago la guerra a lo bandido!.


Y en vista de que su enemigo el duque no aparecía por Marsella, se encogió de hombros despectivamente y regresó a España.

Fieles consejeros


El emblema de Alfonso V de Aragón, llamado el Magnánimo, era un libro abierto. Siempre llevaba en su impedimenta una colección de libros, que leía con mucha frecuencia, pues sostenía que un hombre de gobierno sin libros equivalía a un edificio sin cimientos.

Uno de sus capitanes le preguntó por qué leía tanto. A lo que el Rey le contestó:

- Los libros son mis mas fieles consejeros y mis mas sabios ministros; cuando quiero saber la verdad, no tengo mas que leer sus escritos; cuando tengo necesidad les interrogo, y siempre me responden sin pasión ni molestia; y, en fin, ni me adulan ni sienten el temor de desagradarme. ¿Dónde encontrarías otros amigos así?.

Pocas veces se ha hecho de los libros un elogio mas profundo y sincero.

22/9/09

Mister Pelayo



Tarik landed in Spain in April, 711. So rapid were the Arabs in conquest that in two years from that date nearly the whole peninsula was in their hands. Not quite all, or history might have another story to relate. In a remote province of the once proud kingdom—a rugged northwest corner—a few of its fugitive sons remained in freedom, left alone by the Arabs partly through scorn, partly on account of the rude and difficult character of their place of refuge. The conquerors despised them, yet this slender group was to form the basis of the Spain we know to-day, and to expand and spread until the conquerors would be driven from Spanish soil.
The Goths had fled in all directions from their conquerors, taking with them such of their valuables as they could carry, some crossing the Pyrenees to France, some hiding in the mountain valleys, some seeking a place of refuge in the Asturias, a rough hill country cut up in all directions by steep, scarped rocks, narrow defiles, deep ravines, and tangled thickets. Here the formidable Moslem cavalry could not pursue them; here no army could deploy; here ten men might defy a hundred. The place was far from inviting to the conquerors, but in it was sown the seed of modern Spain.

A motley crew it was that gathered in this rugged region, a medley of fugitives of all ranks and stations,—soldiers, farmers, and artisans; nobles and vassals; bishops and monks; men, women, and children,—brought together by a terror that banished all distinctions of rank and avocation. For a number of years this small band of fugitive Christians, gathered between the mountains and the sea in northwestern Spain, remained quiet, desiring only to be overlooked or disregarded by the conquerors. But in the year 717 a leader came to them, and Spain once more lifted her head in defiance of her invaders.

Pelayo, the leader named, is a hero shrouded in mist. Fable surrounds him; a circle of romantic stories have budded from his name. He is to us like his modern namesake, the one battle-ship of Spain, which, during the recent war, wandered up and down the Mediterranean with no object in view that any foreigner could discover. Of the original Pelayo, some who profess to know say that he was of the highest rank,—young, handsome, and heroic, one who had fought under Roderic at the Guadalete, had been held by the Arabs as a hostage at Cordova, and had escaped to his native hills, there to infuse new life and hope into the hearts of the fugitive group.
Ibun Hayyan, an Arabian chronicler, gives the following fanciful account of Pelayo and his feeble band. "The commencement of the rebellion happened thus: there remained no city, town, or village in Galicia but what was in the hands of the Moslems with the exception of a steep mountain, on which this Pelayo took refuge with a handful of men. There his followers went on dying through hunger until he saw their numbers reduced to about thirty men and ten women, having no other food for support than the honey which they gathered in the crevices of the rock, which they themselves inhabited like so many bees. However, Pelayo and his men fortified themselves by degrees in the passes of the mountain until the Moslems were made acquainted with their preparations; but, perceiving how few they were, they heeded not the advice given to them, but allowed them to gather strength, saying, 'What are thirty barbarians perched upon a rock? They must inevitably die.' "

Die they did not, that feeble relic of Spain on the mountain-side, though long their only care was for shelter and safety. Here Pelayo cheered them, doing his utmost to implant new courage in their fearful hearts. At length the day came when Spain could again assume a defiant attitude, and in the mountain valley of Caggas de Onis Pelayo raised the old Gothic standard and ordered the beating of the drums. Beyond the sound of the long roll went his messengers seeking warriors in valley and glen, and soon his little band had grown to a thousand stalwart men, filled with his spirit and breathing defiance to the Moslem conquerors. That was an eventful day for Spain, in which her crushed people again lifted their heads.

It was a varied throng that gathered around Pelayo's banner. Sons of the Goths and the Romans were mingled with descendants of the more ancient Celts and Iberians. Representatives of all the races that had overrun Spain were there gathered, speaking a dozen dialects, yet instinct with a single spirit. From them the modern Spaniard was to come, no longer Gothic or Roman, but a descendant of all the tribes and races that had peopled Spain. Some of them carried the swords and shields they had wielded in the battle of the Guadalete, others brought the rude weapons of the mountaineers. But among them were strong bands and stout hearts, summoned by the drums of Pelayo to the reconquest of Spain.

Word soon came to Al Horr, the new emir of Spain, that a handful of Christians were in arms in the mountains of the northwest, and he took instant steps to crush this presumptuous gathering, sending his trusty general Al Kamah with a force that seemed abundant to destroy Pelayo and his rebel band.

Warning of the approach of the Moslem foe was quickly brought to the Spanish leader, who at once left his place of assembly for the cave of Covadonga, a natural fortress in Eastern Asturia, some five miles from Caggas de Onis, which he had selected as a place strikingly adapted to a defensive stand. Here rise three mountain-peaks to a height of nearly four thousand feet, enclosing a small circular valley, across which rushes the swift Diva, a stream issuing from Mount Orandi. At the base of Mount Auseva, the western peak, rises a detached rock, one hundred and seventy feet high, projecting from the mountain in the form of an arch. At a short distance above its foot is visible the celebrated cave or grotto of Covadonga, an opening forty feet wide, twelve feet high, and extending twenty-five feet into the rock.

The river sweeps out through a narrow and rocky defile, at whose narrowest part the banks rise in precipitous walls. Down this ravine the stream rushes in rapids and cascades, at one point forming a picturesque waterfall seventy-five feet in height. Only through this straitened path can the cave be reached, and this narrow ravine and the valley within Pelayo proposed to hold with his slender and ill-armed force.

Proudly onward came the Moslem captain, full of confidence in his powerful force and despising his handful of opponents. Pelayo drew him on into the narrow river passage by a clever stratagem. He had posted a small force at the mouth of the pass, bidding them to take to flight after a discharge of arrows. His plan worked well, the seeming retreat giving assurance to the Moslems, who rushed forward in pursuit along the narrow ledge that borders the Diva, and soon emerged into the broader path that opens into the valley of Covadonga.

They had incautiously entered a cul-de-sac, in which their numbers were of no avail, and where a handful of men could hold an army at bay. A small body of the best armed of the Spaniards occupied the cave, the others being placed in ambush among the chestnut-trees that covered the heights above the Diva. All kept silent until the Moslem advance had emerged into the valley. Then the battle began, one of the most famous conflicts in the whole history of Spain, famous not for the numbers en- gaged, but for the issue involved. The future of Spain dwelt in the hands of that group of patriots. The fight in the valley was sharp, but one-sided. The Moslem arrows rebounded harmlessly from the rocky sides of the cave, whose entrance could be reached only by a ladder, while the Christians, hurling their missiles from their point of vantage into the crowded mass below, punished them so severely that the advance was forced back upon those that crowded the defile in the rear. Al Kamah, finding his army recoiling in dismay and confusion, and discovering too late his error, ordered a retreat; but no sooner had a reverse movement been instituted than the ambushed Christians on the heights began their deadly work, hurling huge stones and fallen trees into the defile, killing the Moslems by hundreds, and choking up the pass until flight became impossible.

The panic was complete. From every side the Christians rushed upon the foe. Pelayo, bearing a cross of oak and crying that the Lord was fighting for his people, leaped downward from the cave, followed by his men, who fell with irresistible fury on the foe, forcing them backward under the brow of Mount Auseva, where Al Kamah strove to make a stand.

The elements now came to the aid of the Christians, a furious storm arising whose thunders reverberated among the rocks, while lightnings flashed luridly in the eyes of the terrified troops. The rain poured in blinding torrents, and soon the Diva, swollen with the sudden fall, rose into a flood, and swept away many of those who were crowded on its slippery banks. The heavens seemed leagued with the Christians against the Moslem host, whose destruction was so thorough that, if we can credit the chronicles, not a man of the proud army escaped.

This is doubtless an exaggeration, but the victory of Pelayo was complete and the first great step in the reconquest of Spain was taken. The year was 717, six years after the landing of the Arabs and the defeat of the Goths.

Thus ended perhaps the most decisive battle in the history of Spain. With it new Spain began. The cave of Covadonga is still a place of pilgrimage for the Spanish patriot, a stairway of marble replacing the ladder used by Pelayo and his men. We may tell what followed in a few words. Their terrible defeat cleared the territory of the Austurias of Moslem soldiers. From every side fugitive Christians left their mountain retreats to seek the standard of Pelayo. Soon the patriotic and daring leader had an army under his command, by whom he was chosen king of Christian Spain.

The Moslems made no further attack. They were discouraged by their defeat and were engaged in a project for the invasion of Gaul that required their utmost force. Pelayo slowly and cautiously extended his dominions, descending from the mountains into the plains and valleys, and organizing his new kingdom in civil as well as in military affairs. All the men under his control were taught to bear arms, fortifications were built, the ground was planted, and industry revived. Territory which the Moslems had abandoned was occupied, and from a group of sol- diers in a mountain cavern a new nation began to emerge.


Pelayo died at Caggas de Onis in the year 737, twenty years after his great victory. After his death the work he had begun was carried forward, until by the year 800 the Spanish dominion had extended over much of Old Castile,—so called from its numerous castles. In a hundred years more it had extended to the borders of New Castile. The work of reconquest was slowly but surely under way.


Charles Morris

18/9/09

El mito Almogávar





Es sabido que Roger de Flor con sus valientes almogávares, catalanes y aragoneses, había conquistado anchas tierras y ciudades en Oriente, llegando a ser duque y señor de aquellos territorios.


Asesinado traidoramente Roger de Flor, algunos almogávares volvieron a Nápoles, donde los puso presos el rey Carlos.


Eran los almogávares gente ruda y valiente. Cubrían su cabeza con una red de hierro que bajaba en forma de sayo; calzaban abarcas (especie de mocasín con tiras de cuero) y se envolvían las piernas con pieles de fieras. No llevaban escudo ni defensa de ninguna clase, de ahí las grandes cicatrices que adornaban sus rostros, y todas sus armas eran una espada sujeta a la cintura y dos o tres dardos arrojadizos (a lo ninja). Cuando corrían a la batalla gritaban: "¡Desperta ferro!", y nadie era capaz de contenerlos.


Un día quiso el rey Carlos conocerlos, y mandó que los sacasen de la prisión: en total, ocho o diez.


Salieron y comenzó a contemplarlos con toda curiosidad, sin comprender cómo con un ejército de hombres así, se había hecho Roger de Flor dueño de Grecia y de una parte del Asia menor.


Uno de los almogávares, que había notado en el rey un gesto de desprecio, se atrevió a decirle:


- Señor: si tan viles te parecemos y en tan poco estimas nuestro poder, escoge un caballero de los mas señalados de tu ejército, con las armas ofensivas y defensivas que quisiere; que yo te aseguro que con sola esta espada y estos dardos, daré buena cuenta de él.


El rey francés miró al lamogávar fijamente y volviendo el rostro exclamó con desdén:


- Mis caballeros solo luchan a caballo.


- Y yo a pie, y aun le doy esa ventaja, -repuso el almogávar.


El rey volviose hacia un caballero francés que armado de todas armas estaba sobre su caballo, y le ordenó:


- ¡Castígale!


Al ver el almogávar que el caballero armado de lanza se le venía encima, empuñó un buen dardo de hierro, lo levantó por encima de su cabeza y echando un pie atrás lo lanzó con tal brío sobre el caballo, que atravesó al animal de parte a parte.


El caballero pudo caer de pie mientras la bestia rodaba por los suelos. El almogávar empuñó un segundo dardo, lo levantó de nuevo, prorrumpió en un rugido feroz y cuando se disponía a arrojarlo sobre su rival, el rey interpuso su espada entre los dos luchadores y gritó:


- ¡Basta!


El almogávar bajó su dardo y sonriendo le dijo al caballero:


- Ese "basta" te ha salvado la vida.


Admirado el monarca de la valentía de los terribles almogávares, los dejó en libertad.

15/9/09

Mal hecho


En tiempos de Felipe II fue virrey del Perú, don Francisco de Toledo. Recorrió el país en una visita que duró 5 años y publicó unas ordenanzas generales para el buen gobierno de los españoles y los incas. Fue una gran obra generalmente reconocida.

Pero llegó un momento en que don Franciso de Toledo, mal aconsejado, persiguió a los indígenas, apresó a su rey, Túpac Amaru, y lo ejecutó en la plaza de Cuzco. Sin duda creyó que tal ejecución había de complacer a Felipe II. Todo lo contrario, disgustó profundamente al Monarca español; tanto, que llamó al virrey.

Don Francisco regresó a España y cuando don Felipe lo tuvo delante, le dijo:
- Idos a vuestra casa, que yo no os envié al Perú para matar reyes, sino para servir a reyes.

...y la "leyenda negra" siguió ensuciando el nombre del gran monarca.

11/9/09

Cristeros, mártires de la Fe


El martes me fusilan
A las 6 de la mañana.
Por creer en Dios eterno
Y en la gran Guadalupana.
Me encontraron una estampa
De Jesús en el sombrero.
Por eso me sentenciaron
Porque yo soy un cristero.
Es por eso me fusilan
El martes por la mañana.
Matarán mi cuerpo inútil
Pero nunca, nunca mi alma.
Yo les digo a mis verdugos
Que quiero me crucifiquen
Y una vez crucificado
Entonces usen sus rifles.
Adiós sierras de Jalisco,
Michoacán y Guanajuato.
Donde combatí al Gobierno
Que siempre salió corriendo.
Me agarraron, de rodillas,
Adorando a Jesucristo.
Sabían que no había defensa
En ese santo recinto.
Soy labriego por herencia,
Jalisciense de naciencia.
No tengo más Dios que Cristo
Porque me dio la existencia.
Con matarme no se acaba
La creencia en Dios eterno.
Muchos quedan en la lucha
Y otros que vienen naciendo.
Es por eso me fusilan
El martes por la mañana.

Peloton, prepareeen, apunteeen
¡Viva Cristo Rey! y fuego.


EN MEMORIA DE LOS CRUZADOS MEXICANOS

8/9/09

El fuerte inexpugnable


Durante la conquista de los españoles por lo que hoy es Norteamérica, tuvieron nuestras tropas que construir en el S. XVII, el castillo de San Marcos para defender la ciudad de San Agustín de la Florida, situada frente al mar de las Antillas.

La única piedra de que pudieron echar mano los españoles para levantar los muros y contrafuertes, fue una formada por millones de conchas marinas, aglutinadas y fosilizadas al cabo de los siglos: se llamaba "coquina" y es muy resistente.

Un gobernador inglés, llamado Moore, quiso conquistar el castillo en la segunda mitad del S. XVIII, y al efecto, estuvo bombardeándolo durante varios días, sin conseguir abrir ningún boquete en los muros.
- ¡Pero si es una piedra formada por conchas! -exclamaba sorprendido.
Entonces, dos españoles que estaban en la playa, cogieron un galápago, es decir, una tortuga gigante y le dijeron al tal Moore (uno de tantos piratas anglosajones, de los que llevan la piratería en las venas, como casi todos sus predecesores y sucesores):
- Tome este garrote y pruebe a romperle las conchas a esta tortuga (obviamente en inglés chapucero).
La golpeó el gobernador y no pudo hacer la menor mella en la coraza del animal.
- ¡Imposible! -exclamó desalentado.
- ¡Ea! Pues mas imposible es abatir ese fuerte, que tiene mas conchas que un galápago.

La frase se comentó graciosamente, y aun hoy mismo suele repetirse. Si es que antaño, éramos unos cachondos.