3/8/09

Oficio noble


Cuando el rey Alfonso X el Sabio era todavía joven, le había oído hablar a su padre el rey Santo, del heroísmo de un viejo capitán, Diego Pérez de Vargas, que ya vivía retirado en Jerez de la Frontera.

Quiso un día conocerlo, por lo cual disfrazado y acompañado de cuatro caballeros, se personó en Jerez.

En Jerez se enteró de que don Diego no estaba en la población, sino en una alquería dedicado a las faenas agrícolas, y a la alquería se fue el joven rey con sus acompañantes. No tardaron en descubrir al gran don Diego Machuca que ahora, en lugar de segar cabezas y machacar cráneos, se dedicaba a podar las cepas de una viña.

Descendió el rey de su caballo y, pisando de puntillas para no hacer ruido, se colocó a espaldas de don Diego, y empezó a recoger los sarmientos que éste cortaba.

En una de éstas volvió el anciano la cabeza, y al descubrir al monarca, dobló la rodilla y le dijo:
- Señor ¿qué hacéis?
- Ya lo veis, Vargas, -contestó el rey- a tal podador, tal sarmentador.

¡Justo homenaje de la realeza a la fidelidad!

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