Si viésemos intuitivamente la esencia divina, veríamos en ella un ser simplicísimo, en el cual no distinguiríamos varios atributos, sino una perfección simple e infinita, donde se hallan todas las perfecciones sin mezcla de imperfección. Pero en esta vida no se nos concede esta visión y por ello hemos de formarnos una idea de Dios que nos permita nuestra flaca inteligencia.
Dios es un ser necesario; si pudiese ser y no ser, tendría en otro la razón de su existencia.
Siendo necesario es inmutable: no puede perder nada (cuanto tiene lo posee por intrínseca necesidad); no puede adquirir nada, porque no hay nada sino Él mismo, y lo que Él saca de la nada.
El ser necesario es infinito; pues teniendo en sí la razón de su existencia, tiene también la plenitud del ser. No ha podido ser limitado por sí propio, porque todo cuanto hay en Él es necesario; ni por otro, pues los demás seres no existen sino por Él. Esta infinidad no es por agregación; entonces Dios no sería un ser, sino un conjunto de seres: es una infinidad de esencia, en donde se hallan todas las perfecciones que no envuelven imperfección. Todo cuanto se puede pensar, está en Él.
Su inteligencia, a mas brillar en todas sus obras, la podemos demostrar con las razones anteriores. Si es infinito, no puede carecer de un atributo que no envuelve ninguna imperfección, cual es la inteligencia.
A la inteligencia se sigue la voluntad. El ser inteligente no es un indiferente espectador de su objeto; quiere o no quiere lo que entiende. El objeto primario y necesario de la voluntad de Dios, es su propia esencia, su perfección infinita, a la cual ama con amor infinito. La existencia de los objetos finitos la quiere libremente, pues que siendo finitos no pueden ser motivos que impriman necesidad a la voluntad infinita.
La acción de la PROVIDENCIA se descubre en todas partes: LA ARMONÍA QUE REINA EN EL UNIVERSO, LA CONSTANCIA CON QUE LAS CRIATURAS TODAS PERMANECEN SUJETAS A UN ORDEN ADMIRABLE, son elocuentes testimonios de que una inteligencia infinitamente sabia esta rigiendo el mundo, DESDE EL ASTRO MAYOR DEL FIRMAMENTO, HASTA EL ÁTOMO MAS IMPERCEPTIBLE; DESDE EL HOMBRE DESTINADO PARA EL CIELO, HASTA EL ÚLTIMO DE LOS GUSANOS QUE SE ARRASTRA POR LA TIERRA.
SUPONER QUE DIOS HA CRIADO AL MUNDO, ABANDONÁNDOLE LUEGO AL OCASO, ES UN ABSURDO INTOLERABLE: NEGAR LA PROVIDENCIA, ES NEGAR A DIOS.
El ser infinito es UNO. Si hubiese dos, el uno no tendría las perfecciones del otro; lo mismo que si existieran dioses inferiores (politeísmo): sería finitos y contingentes porque han recibido de Dios la existencia, y no serán dioses sino criaturas. He aquí lo absurdo del politeísmo.
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