10/12/09
La Libertad (IIª parte)
La verdadera libertad es la que proclamó Jesucristo y la Madre de los católicos; esto es, la Iglesia fundada por el Hombre-Dios, por el Maestro Divino.
La mayor libertad social existe allí donde la doctrina del Salvador ha tomado posesión e impera, se encuentra allí donde mas se encuentre el mayor bien, llamado por los pensadores profundos y de fe, el movimiento de las voluntades en el bien.
El pueblo mas libre es aquél en que se encuentre el mayor bien en los que obedecen, el mayor bien en los que mandan, el mayor bien en los códigos que regulan las mútuas relaciones de unos y otros. He aquí el poder libertador del catolicismo: crea los mejores súbditos, los mejores príncipes, las mejores Constituciones; los súbditos mas gobernables, los Reyes mas paternales; y por esa acción lenta, pero profunda, que el hombre superficial ni siquiera percibe, se produce la libertad.
La libertad moderna solo produce despotismo. Dijo el Marqués de Valdegamas: "Otro tanto como baje el termómetro religioso, otro tanto sube el de la impiedad y el del crimen."
El catolicismo hace a los pueblos gobernables y al mismo tiempo virtuosos. Toda libertad social supone un gobierno: para que un pueblo sea libre, es preciso que sea gobernado. Nada es mas radicalmente opuesto a la libertad, que la independencia: el que no depende de nadie, no puede ser libre, y, por lo tanto, la verdadera libertad no puede estar sino en el gobierno católico; así como la libertad licenciosa no puede estar sino en los revolucionarios, enemigos capitales de toda autoridad.
Para ser libre, es menester ser gobernado; para ser gobernado, es preciso ser virtuoso; y para ser virtuoso, es preciso ser un verdadero católico; como para ser católico, es preciso QUE JESUCRISTO REINE: LOS HOMBRES NO CAMBIARÁN NADA DE ESTA GENEALOGÍA SAGRADA, DE LA QUE SALE LA VERDADERA LIBERTAD CON LAS VIRTUDES CATÓLICAS POR JESUCRISTO LIBERTADOR.
El catolicismo por sí, tiende a dar a la monarquía ese carácter eminente, favorable a la libertad: la paternidad. LA MONARQUÍA CATÓLICA tiene algo de real; la paternidad de la monarquía es una imitación de la paternidad de Dios; y he aquí cómo se explica por qué el catolicismo, sin hablar de libertad, hace libres a los pueblos.
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