Así como los grandes de la tierra tienen costumbre de poner sus armas en sus obras y en sus propiedades, así Dios, el gran Señor del cielo, con el fin de que se sepa que todas las criaturas le pertenecen, porque Él es quien las ha creado, ha grabado en ellas con su mano omnipotente sus armas, el sello de la unidad de su naturaleza y de la Trinidad de sus divinas personas.
Nuestra inteligencia es nuestro espíritu, nuestro pensamiento es nuestro espíritu, nuestra voluntad es nuestro espíritu; sin embargo no hay en nosotros tres espíritus, sino uno solo, reproduciéndose, puede decirse, casi todo entero en el pensamiento y en el amor.
El Padre engendrando al Verbo, y el Padre y el Verbo reproduciendo al Espíritu Santo, no se distinguen, no se gastan, no se envejecen; porque la naturaleza divina es incorruptible e inextinguible. Lo mismo sucede en nosotros. El cuerpo es quien engaña; los órganos corporales por los que pasan a la imaginación las palabras y los fantasmas de las cosas sensibles, son las que se debilitan; pero nuestro entendimiento engendrando la razón, y nuestra razón y nuestro entendimiento produciendo la voluntad, no se extinguen, no se gastan, no se envejecen, porque nuestra inteligencia es incorruptible e inextinguible.
En los seres vivos la generación, es mas que una mutación o tránsito del no ser al ser. Amar es querer. El querer de Dios es su propio ser, como su voluntad por vía de amor no es un ser accidental, como nosotros, sino un ser esencial; y por lo mismo, en tanto que Dios es considerado como existente en su voluntad, es verdadera y sustancialmente Dios y es considerado existente en su entendimiento.
El hombre odia al hombre, lo desprecia, lo tiraniza; pero Dios, su Señor natural, lo ama y lo respeta y le trata con la mayor reverencia. Un retrato, cuando se ignora el gran personaje que representa y el gran artista que lo ha trazado, no tiene ningún precio. Esto es lo que sucede al hombre cuando se olvida que es la imagen de Dios trazada por Dios mismo. Se hace despreciable. Por todas partes en que se ignora que el hombre ES IMAGEN DE LA TRINIDAD DE DIOS, se desconoce al hombre, se desprecia al hombre, se oprime al hombre con la esclavitud de las pasiones humanas: SI EN MEDIO DE LA FALSA CIVILIZACIÓN ENCONTRAMOS LA VERDADERA CIVILIZACIÓN, QUE NO ES OTRA QUE EL AMOR Y EL RESPETO DEL HOMBRE, ES POR EL CATOLICISMO Y POR SU ENSEÑANZA, ES POR LOS VERDADEROS CATÓLICOS, QUE SABEN Y CREEN QUE EL HOMBRE ES IMAGEN DE DIOS; Y DIOS, DIGNÁNDOSE ESTAR REPRESENTADO EN EL HOMBRE, ES QUIEN HACE NUESTRA GLORIA, NUESTRA DIGNIDAD, NUESTRA DICHA.
La razón no inventa lo que la razón no comprende; la razón rechaza todo lo que la humilla; la razón reconoce que el finito no puede contener ni comprender lo infinito, o el hombre sería Dios, o Dios no sería mas que hombre. Lo que es incomprensible al hombre no ha podido ser imaginado, inventado por el hombre, y por consiguiente es necesariamente incontestablemente revelado por Dios.
Un Dios que el hombre comprendiera en todo su ser, debería serle por lo mismo sospechoso; por esto los hombres sensatos se indignan al ver que LOS ATEOS FORJAN DIOSES A SU GUSTO COMO SUS MAESTROS LOS PAGANOS. Un Dios a quien el hombre comprendiera, no sería mas que un Dios que el hombre hubiera podido inventar; un Dios completamente aceptable por la razón y por todos los ateos, podría ser muy bien, obra de la razón. A fuerza de ser razonable, sería un Dios contrario a la misma razón.
La grandeza, la dignidad de la razón humana exige que ella no pliegue sus alas ante lo que es igual o inferior, que no adore lo que no es superior, lo que no comprende. Por lo mismo, pues, que EL MISTERIO DE LA TRINIDAD O DEL SER DIVINO SUPERA LOS ALCANCES DE LA RAZÓN. DELANTE DE TALES MISTERIOS ES DONDE SE PUEDE HUMILLAR LA RAZÓN SIN DEGRADARSE: SE DEGRADA HUMILLÁNDOSE ANTE EL ORGULLO DEL HOMBRE DELIRANTE, DEL HOMBRE ESTÚPIDO Y ATEO.
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