Las Tumbas, henchidas de los misterios de la eternidad y
rodeadas por el respeto de todos los pueblos conocidos y hasta en los pueblos
salvajes; tierra consagrada por las oraciones, huesos por donde corrió la luz
del pensamiento, el fuego de las pasiones, la electricidad de la vida. Culto de
la muerte, que lo es también de la inmortalidad y sus inefables promesas.
Allí donde la vida se
tornó muerte, la muerte se tornará vida. Mas luchar es vivir, y aunque sepamos
encontrar la muerte, preferimos morir arrancando la flor de nuestra suerte.
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