Decía Balmes, que las épocas de revolución, aquéllas tempestuosas en que se hunden los gobiernos como edificios cimentados sobre terreno fangoso, llevan todas un carácter que las distingue: el predominio de los intereses del poder público, sobre los intereses privados. Nunca es mas flaco ese poder, nunca menos duradero, pero nunca es mas violento, mas frenético. TODO LO SACRIFICA A SU SEGURIDAD O A SU VENGANZA; la sombra de sus enemigos le persigue, su propia conciencia le atormenta; LA DEBILIDAD DE SU ORGANIZACIÓN Y LA MOVILIDAD DE SU ASIENTO, LE ADVIERTEN A CADA PASO LA PROXIMIDAD DE SU CAÍDA. ¿Qué es entonces a sus ojos la vida de los ciudadanos, si esta vida puede inspirarle la mas leve, la mas remota sospecha? SI CON LA SANGRE DE MILLARES DE VÍCTIMAS PUEDE ALCANZAR ALGUNOS MOMENTOS DE SEGURIDAD; si puede prolongar por algunos días mas su existencia: PEREZCAN, dice, PEREZCAN MIS ENEMIGOS (el que tenga ojos, que vea, el que tenga oídos, que oiga), así lo exige la seguridad del Estado.
Derribado el gobierno antiguo por medio de la fuerza, la idea del derecho ha desaparecido, la legitimidad no le escuda; y falto de razón y de justicia, las busca en la misma necesidad de un poder; proclama que la salud del pueblo es la suprema ley, y entonces la propiedad, la vida del individuo, son nada.
ENTONCES LOS MEDROSOS TIEMBLAN Y SE HUMILLAN, Y EMPIEZAN A REPRESENTAR LA PRIMERA ESCENA DE LA ESCLAVITUD, DONDE EL OPRIMIDO BESA LA MANO OPRESORA, DONDE LA VÍCTIMA ADORA AL VERDUGO: He aquí el fruto legítimo y natural del árbol del libre examen, de la civilización moderna.
Por eso, los mas ardiente demócratas se han desatado en injurias y sarcasmos contra la religión, pues es ella, la católica, su eterna enemiga. Como ella posee la Verdad, solo ella, se tantea LA MONSTRUOSA ALIANZA ENTRE LAS IDEAS CRISTIANAS Y LAS DEMOCRÁTICAS; PERO EL VERDADERO CRISTIANISMO, ES DECIR EL CATOLICISMO, LAS RECHAZA.
Cuando se trata de dirigir las pasiones, se ofrecen dos sistemas de conducta: Uno, el condescender, el otro, el resistir. Los gobiernos laicistas conceden: los que tienen creencias y principios resisten.
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