3/5/10

Alaveses olvidados


José María Montoya García de Mendieta, un empecinado. Hemos conocido a este personaje a través de un artículo publicado por Iñigo Jaúregui Ezquibelaen el número 28 de la revista AVNIA y creemos de interés divulgar su figura por su azarosa vida que no es, ni mucho menos, al uso.

Nació en Lanciego en una familia de labradores en 1811 y en 1833, cuando empezó la Primera Guerra Carlista, se alistó en la facción bajo el mando del cabecilla carlista de la zona Casimiro Saenz de San Pedro, otro empecinado que había intervenido en la guerra de La Convención con los apostólicos y en la fracasada expedición de Mina por Vera. A los pocos meses ascendió a sargento y después a alférez, resultando asignado al cuerpo de guardias de honor de Don Carlos y participando en varias batallas por la península, lo que le hizo acreedor de numerosas medallas, amén del grado de comandante. En 1839 rechaza adherirse al Convenio de Vergara para seguir a Don Carlos al exilio francés y volver a Lanciego en 1841 donde, aprovechando una amnistía, se casó.

Ya en 1870 participó en la sublevación del 27 de agosto, fue arrestado y condenado a ocho años de prisión en Valladolid aunque cumple sólo uno. Montoya continúa después conspirando con otros a favor del carlismo y al estallar la guerra en 1872 vuelve con brío al ejército carlista como teniente coronel, participando con arrojo en la campaña e incluso saliendo ileso de un atentado. Al final de ésta, ¡con 65 años!, alcanza el grado de brigadier. Unos meses antes se emplaza en la Peña de Lapoblación con 83 fieles, un cañón rayado de 30 centímetros y abundantes municiones y víveres para defender la posición. Allí fue donde recibió la oferta de los liberales vitorianos -25.000 duros si se rendía- pero la rechazó.

El 28 de febrero de 1876 terminó la guerra aunque Montoya rindió su reducto tres días más tarde. Volvió entonces al exilio a Francia y regresó a Vitoria para terminar como portero del seminario diocesano, al que impuso una condición: poder vestir su uniforme de oficial carlista la jornadas de fiesta. El rector se la concedió con agrado pues sabida es la ideología del clero de la época. Murió en 1900 y fue enterrado en una fosa común en Santa Isabel, siendo muy sentido su fallecimiento por los carlistas alaveses.

Publicado por El Correo

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