5/10/10

Fuego purificador


El duque de Borbón era francés, pero había servido junto a las armas españolas contra sus propios paisanos: era pues, un traidor a su patria y por eso no lo veían bien, no solo los franceses sino algunos nobles españoles.

El caso es que dicho duque pasó por Toledo, donde tuvo que pernoctar. El emperador Carlos V se comunicó con el conde de Benavente, Alonso de Pimentel, y le mandó que diese hospedaje aquella noche al duque.
- ¿En mi casa, señor?...- preguntó el conde.
- En tu palacio, que es el mas hermoso de Toledo - le contestó el emperador.

El conde de Benavente bajó la cabeza y se retiró. Aquella noche llegó al palacio el duque de Borbón. Lo recibió con gran cortesía el de Benavente; quiso el duque conocer las maravillas y riquezas que el palacio contenía, y todas se las mostró el caballero castellano. El de Borbón se retiró luego a sus aposentos, durmió aquella noche, y a la mañana siguiente continuó su viaje.

Poco después de abandonar el palacio, el conde de Benavente le pegó fuego al edificio: ardió todo, muebles, tapices, lienzos, hasta los magníficos aleros ornamentales.

Cuando algunos nobles le preguntaron al conde por qué había reducido a cenizas tan suntuoso palacio, repuso:
- Yo hospedé en él al duque porque así me lo ordenó mi Emperador y señor; pero donde un traidor ha vivido, no puede permanecer un hombre de honor.