24/11/11

En defensa del Rey Legítimo (por un botifler anacrónico)


La muerte del último Habsburgo, trajo la disputa dinástica a las tierras de España. En el Antiguo Reino de Valencia, la causa de don Carlos era la continuidad de los Austrias y una administración mas acorde con nuestros viejos usos. Aunque las Cortes hace tiempo que no se reunían, aunque para poco bueno sirvieron las Cortes del pasado siglo, aunque en el salón de la Generalitat donde los brazos viejos pintados nunca se han reunido Cortes, se prefería en un principio la causa de don Carlos, porque siempre hemos tenido prejuicios contra los extranjeros y mas si son de Francia (como si Carlos V no lo hubiese sido en su día).

"Desde 1700 a 1705 no hubo en Valencia mas que afecto al rey Felipe V, y que solo cuando llegó a Denia la potente flota inglesa, temerosa la gente de ver truncada su vida tranquila con un terrible bombardeo, pudo el mariscal Juan Bautista Basset, con la connivencia del gobernador de la plaza, tomar la ciudad y proclamar rey al Archiduque.

Poco se ha dicho, pero fue verdad: las autoridades valencianas, nuestro virrey, no resolvían. Y las demandas de tropas que los jurados de Valencia hicieron para defender el reino de los austracistas, no fueron escuchadas en Madrid. Quedamos los valencianos solos para defender a don Felipe con una tropa de 500 hombres que pagamos con una sisa sobre la carne. En cuanto Basset se presentó en Valencia, el virrey, temeroso, le abrió las puertas sin combate y fuimos de la causa austracista sin pasión popular. Inundaron Valencia de oro y plata inglesa y portuguesa, y eso decide a las gentes mucho. Solo cuando el Archiduque, cual rata que abandona el barco que va a hundirse, huye de Valencia en marzo hacia Cataluña, pudieron las autoridades y el pueblo en alguna medida saber la verdad: habían sido abandonados a su suerte. Después vino la derrota, la entrega de Valencia y la súplica de una clemencia que no se vio por parte alguna (una de las grandes sombras de Felipe V, su conducta vengativa y revanchista para con los vencidos). Los valencianos fuimos acusados, en general, de desleales y de delito de rebelión. Y esa culpa lanzada contra un pueblo, nos hizo perder los viejos usos y fueros (aunque al morir Carlos II estaba la justicia abandonada, la policía descuidada, los recursos agotados, los fondos vendidos, la religión disfrazada, la nobleza confundida, el pueblo oprimido, las fuerzas enervadas y el amor y el respeto al soberano, perdidos).


En 1719, Felipe V fue acogido con entusiasmo y muy calurosamente en Valencia. Manifestó su profunda satisfacción y accedió a conceder la licencia para que fuese restaurado el Derecho Civil Foral valenciano. Posteriores informes no hicieron posible llevar a efecto esta gracia y hay que decir en verdad que las autoridades valencianas pusieron poco celo en ello. " - Hª del Reino de Valencia.

El catalán Jaime Vicens Vives reconoce que el siglo borbónico, pese al régimen de Nueva Planta, resultó muy beneficioso para los reinos de la antigua Corona de Aragón, esencialmente Cataluña y Valencia (mediante una triple expansión demográfica, comercial y fabril).

Está claro que dichos Decretos de Nueva Planta supusieron la usurpación del Derecho Público en los territorios de la Corona de Aragón, pero también es cierto que el sistema administrativo anterior ya adolecía de vicios y carencias preocupantes que estaban sumiendo a sus territorios en una situación próxima al colapso económico. Nunca han sido los fueros algo arcaico y estático, por el contrario, ese dinamismo y renovación que hacía falta, esa evolución quedó estanca con el reinado de los dos últimos Austrias. Ya no solo en los territorios de la Corona de Castilla (mermada por las continuas guerras europeas), sino en los de la antigua Corona de Aragón la situación era crítica desde el reinado de Carlos II. Como en los tiempos de la República romana, se necesitaba enderezar el rumbo tras haber tocado fondo: era simplemente pervivir o dejar de existir, y ahí entraba en juego el dictador romano, para nuestro caso, la llegada de los Borbones. Estar bajo la protección de Francia, la principal potencia entrado el S. XVIII, fue la mejor, mas lógica y madura opción, y así lo demostraron los acontecimientos en los sucesivos años. Jamás supuso convertirse en mero satélite del país galo. Ese apadrinamiento familiar, llamémosle de algún modo, duró hasta que Felipe V tuvo conciencia de su propia grandeza y de la grandeza de la que ahora era su patria, por la que luchó y a la que amó a lo largo de su vida. Si se ha hablado siempre de los Austrias Mayores (entre los que podría figurar Felipe III) y de los Austrias menores, con igual justicia habría que hablar de los Borbones Mayores (Felipe V, Fernando VI y Carlos III) y de los menores (el resto, hasta nuestros días, exceptuando a la rama legítima, pues nunca se le ha permitido reinar desde la usurpación).

"Felipe V había cumplido en lo esencial el testamento de Carlos II, había mantenido y reforzado la unidad atlántica entre España y sus Indias. Había perdido territorios dispersos en Europa, pero había recuperado el sur de Italia (Sicilia y Nápoles). Dejaba a España dos herederos excelentes, que ampliarían y elevarían la grandeza de la Corona. Había reformado sus reinos de España, había conseguido un serio progreso cultural y económico, y había recobrado el respeto de Europa. España había vuelto a ser una gran potencia"
De la Cierva.

17/11/11

El Juramento


Recibe con la diadema el signo de la gloria y la corona del reino, y así vivas con justicia, misericordia y piedad. Recibe el pomo de la dignidad y por él en ti reconoce el distintivo de la fe católica, porque, como hoy eres ordenado cabeza y príncipe del reino y del pueblo, así perseveres como garante y apoyo de la Cristiandad. ¿Quieres gobernar y defender tu reino, el cual Dios te lo ha concedido, según la justicia de tus antepasados?
-Nos, queremos.

10/11/11

Breve apunte a España y su Cristiandad

S. XVI y S. XVII. Están en pugna dos concepciones de la vida: la MODERNIDAD, que pretendían los herejes protestantes como idea antropocéntrica y racional, para un nuevo orden mundial; y la CRISTIANDAD, el legado de Carlos V y Felipe II, al que España se aferraba en medio de un esplendor cultural que avasalló toda Europa.

Por otro lado, ya con predominio de sentido político y secular no religioso, estaba la Francia "Iscariote", de orientación marcadamente personalista a diferencia de la España de orientación universal, que se dedicó casi durante dos siglos (salvo contadas excepciones) a acabar con esa hegemonía e idea de la Cristiandad española (Universal, esto es, católica), no dudando en aliarse con el Turco, con los protestantes orangistas de los Países Bajos o la Inglaterra anglicana, e incluso con los electores luteranos del Sacro Imperio en los tiempos de Richelieu.

La España de los Austrias, no obstante casi en solitario, pudo antes de desangrarse en su decadencia, en un último esfuerzo mártir, preservar (aunque parezca exagerado, no lo es) en la Cristiandad, a la Francia de Clodoveo y a los Países Bajos del Sur, de los que hoy, Bélgica como ente político le debe su propia existencia. Dejando, legando y perseverando parte de su idiosincrasia en la nueva Cristiandad: las Américas y Filipinas.

No se puede entender esta agonía y sacrificio, sin comprender el eterno ideal quijotesco que caracterizó a España desde la conversión de Recaredo y que sucumbía por el gran peso que soportaba, durante el reinado del Felipe IV.